- Jóvenes del Bosque Índigo del Sur. Denle la
bienvenida a ¡Los Hércules! -. La gente de los comercios y muchos
curiosos y familiares vitorean, otros solo miran expectantes. El circulo
se abre y entran diez jinetes encabezado por un hombre de cabello negro
y ojos amarillos como los de un gato. Gato, me referiré a el como, el
gato. Sus vestimentas son negras y rojas, como la sangre, y al contrario
como los imaginaba, no son muy grandes aunque si atléticos y altos.
Algunos tienen espadas, otros largos bastones en sus espaldas, dos
tienen arcos y flechas y solo uno baja del caballo desarmado. Miro las
copas de los árboles al rededor: todos los vecinos de la zona mirando
por sus ventanas, incluso muchos están sentados en las ramas.
El
hombre gato habla, todos estamos en silencio. - Es un placer conocerlos,
a todos ustedes, hemos venido para la selección anual de miembros, con
el requisito de que éste año todos los jóvenes (obligatoriamente) por
decreto de la unida en equilibrio e igualdad participen de la
selección. -. Luego nos separan según el genero y según la edad.
Somos jóvenes de 16 a 18 años, por lo tanto hay tres grupos de mujeres y
tres de hombres, yo estoy en el del medio de éstos últimos. - Este año
las pruebas van a ser un tanto diferentes. Cambios grandes requieren
cambios pequeños, y decidimos esto guiándonos por los enfrentamientos
actuales de la región y los exteriores. Las pruebas serán más duras que
en años anteriores, así que mantengan la calma. Constará de seis etapas
las
cuales serán realizadas con sus respectivos grupos, y cada una de ellas
estará ubicada en una zona diferente del bosque y sus alrededores. -.
Estoy nervioso, no puedo negarlo, pero por mi cuerpo se siente una
oleada de energía que me hace templar. Se siente... bien pero me asusta.
Salgo de mis pensamientos y miro al rededor, más allá de mi grupo y los
demás, la gente parece preocupada, demasiado. El cambio de reglas no
habrá caído para nada bien, incluso dejaron de vitorear y celebrar, de
vez en cuando se escuchan algunos sonidos de pesar, negación y sorpresa.
A los Hércules no parece importarles en lo más mínimo, acto seguido el
hombre gato continúa con su discurso. - Mi nombre es Hector Benig, y soy
el general encargado de ésta misión de reclutamiento. En primera
instancia les rogamos que vuelvan a sus hogares, mañana empezaremos con
las pruebas y necesitamos que tengan un día de reflexión y preparación.
Mañana los volveremos a ver al amanecer. Muchas gracias. -. Los aplausos
son débiles, y todos los jóvenes nos dispersamos por todas partes. Mi
madre llega corriendo junto a mi hermana, al no haber estado se preocupa
por el ambiente y la energía de alrededor e intento tranquilizarla. Veo
pasar a los Hércules y nos abrimos dejando un camino estrecho, pero lo
suficiente para que pasen. Se dirigen al gran árbol a unos metros del
centro del bosque, donde hay cabañas lujosas para visitas importantes
del exterior. Respiro hondo y le cuento todo a mi madre.
Unas
horas más tarde me reúno con algunos amigos del centro de formación al
ciudadano -como se llama desde hace dos años por la unidad en equilibro e igualdad,
preferimos seguir llamándola escuela-. Somos cuatro, es extraño que
Alma no haya llegado aún. Estamos sentados en una rama larga y fuerte a
pocos metros del piso,alejados de los comercios y las casas, un poco más
en las entrañas de índigo. Nos gusta éste sitio y nos juntamos
aquí desde niños. Siempre que salimos de la escuela venimos aquí. Éste
es nuestro ultimo año por lo que las charlas hoy en día siempre reflotan
recuerdos y risas, y al mismo tiempo nostalgias.
Marco está
colgado con las piernas enganchadas en una rama adyacente, Nube sostiene
una vara y la golpea contra el viento haciendo sonidos cortantes y
Sebastián se limita a mirar el cielo, recostado, pensativo. Hoy el aire
se puede cortar con una espada por lo que suelto lo más obvio para
romper el silencio.
- ¿Nerviosos? -. digo, con una sonrisa que a Nube parece no agradarle por su expresión.
-
Tu y Marco parecen los únicos contentos con todo ésto. Detesto que me
obliguen a accionar en algo ¿Y si no quiero hacer esas estúpidas pruebas
de actitud? ¿Que van a hacerme? ¿Latigarme? ¿Prenderme fuego? ¿Batirme a
duelo con sus largas y ensangrentadas espadas? Oh... o quizá me lancen
algún hechizo, sí, y me hagan levitar por los aires hasta caer por el acantilado de los caídos.
- me gruñe Nube, y mi sonrisa desaparece. Marco da una vuelta rápida en
la rama y se sienta con las piernas cruzadas, deja escapar una risa
contagiosa aunque la repelo.
- Hey, tranquila Nube, estás
reflejando tu ira hacia los Hércules en Ben. - Me defiende Sebastián
saliendo de su trance. - Lo lamento Ben, es cierto, es solo que... estoy
muy preocupada con todo ésto. - Responde ella arrepentida y me acerco
para abrazarla y recostar mi cabeza en su falda.
- También tengo
miedo, no puedo negarlo. Esto de las nuevas pruebas... no sé, algo no me
cierra del todo. Además no son los mismos Hércules de los años
anteriores. De cualquiera forma no puedo negar que la experiencia me
llena de vigor. - digo explicativo.
- Me pasa lo mismo - dice
Marco sonriendo. - Muero de ganas de salir de éste bosque lo antes
posible, si no quedo entre los elegidos lo haré por mi cuenta el año
próximo. -. Creo que es claro con su postura, si bien soy rebelde y un
poco veraz está claro que Marco duplica esas características mías.
Seguimos hablando de lo sucedido en el círculo, de nuestros miedos y
expectativas. No tenemos clases hasta el final de las elecciones así que
disfrutamos el tiempo libre, aunque cuanto más se acerca la noche más
nos cargamos de ansiedad. Cuando empieza a esconderse el sol regresamos a
nuestros hogares. Alma se habrá quedado con sus padres, es muy apegada a
ellos, pero en especial a su hermano pequeño.
Al llegar a casa
mi madre me espera con la mesa servida, mi hermana corre y me abraza -y
aunque pequeña- con mucha fuerza. Nos sentamos en la mesa y nos trae la
comida caliente: estofado de carne con espárragos, papas y zanahoria.
Cierro los ojos unos momentos para oler su fragancia y empezamos a
comer. Sé que mi madre no está bien, la conozco demasiado. - No te
preocupes madre, no pasará nada. Además si quedo podré venir a menudo,
los seleccionados no irán a la guerra, solo entrenaran para ser parte de
las fuerzas, seguridad o muchos otros puestos que quizá sean
importantes para mi y mi futuro. - digo para tranquilizarla. - Lo sé
hijo, es que no quiero que te vayas, no tan pronto. Todo el bosque está
preocupado por sus hijos, no soy solo yo. Estos cambios repentinos que
me cuentas, las pruebas, los jinetes, todo ésto me resultar extraño y
más en los agitados tiempos que estamos viviendo. -. Tomo un sorbo de
estofado, está delicioso aunque parece amargo escuchando las palabras de
mi madre. Luego de la cena y de una larga charla, termina más tranquila
pero su preocupación persiste. Me da un beso en la frente y se va a
dormir junto a mi hermana, mañana trabaja temprano y la pequeña si tiene
escuela. Aunque es más reservada la dulce Clara mira a mi madre y a mí
con cara neutra pero con ojos de preocupación, desde la muerte de mi
padre parece autoconvencerse de una fuerza que no tiene para sostener a
mi madre, o tal vez hasta a mi, por lo que ante los miedos y
preocupaciones adopta una rostro incorruptible sin dejar su ternura de
lado, lo que resulta un trabajo innecesario y agotador para una niña de
nueve años. Una vez en mi habitación me doy otro baño caliente y me
hundo en el agua. Miro el techo de madera lisa y brillante, esperando
que la noche pase rápido, que los resultados se den deprisa. Salgo, me
cambio y me acuesto de nuevo con el cabello mojado. Mañana será un largo
día.
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