Rain soul

Rain soul

sábado, 24 de noviembre de 2012

Viento

Se detuvo en la montaña más alta que encontró y miró hacia abajo tratando de esquivar ese sentimiento barato que -mezclado con superficialidad- calmaba sus ansias de poder. Daba vueltas sobre si mismo dejando rastros circulares en una tierra seca, oxidada, roja. El viento contemplaba su figura cálida aunque no podía ver su rostro manchado enteramente por orgullo. Varias alas de tonos grisáceos se deshacían a su alrededor al ser golpeados por voces de sopranos dramáticas y jóvenes tenores cantando canciones de cuna simples pero con varios tonos graves difíciles de alcanzar. El mundo daba vueltas en sus ojos y dentro de él. El cielo no era más que una constelación vacía que se movía frenéticamente hacia un lado, a toda velocidad. No era más que un lienzo irresponsable que no dejaba de moverse, que se permitía rayarse así mismo con lineas rectas -blancas- que con cada giro iba cambiando de posición, pero siempre desde el mismo punto de partida. El viento quiso acompañarlo y se amarró a él como un barco a un muelle, dejándose llevar con la velocidad de sus vueltas. Se podía ver como alrededor de sus pies empezaban a aparecer varios hilos de aire que lo rodeaban, luego pasando a sus piernas y por fin cubriéndolo por completo, tan ácido, tan calmo, tan sarcástico que empezó siendo un grito de guerra y terminó siendo la guerra. El cielo se oscureció tapando cada una de las estrellas, los arboles comenzaban a alabarlos con sutiles movimientos repetitivos. Él, incrédulo, alzó sus manos hacia sus lados, simulando un vuelo que lo hizo flotar varios metros dentro del largo gusano de viento. Sus ojos cerrados parecían no querer abrirse y ya se ubicaba a varios metros del suelo, tantos que podría ver las nubes teñidas con la luz de la luna -que apenas se podía asomar entre ellas- alejándose. Varios relámpagos acompañaban su baile aéreo interminable, paradójica forma de cambiar su personalidad tenía, paradójica forma de ver sin ver, tenía. Alguna vez en alguno de sus sueños olvidó como volar en el plano físico. Fue ahí cuando empezó a desaparecer su materia y se volvió invisible ante ojos humanos, fue ahí cuando empezó a absorberlo todo. Llegaban a él todo sentimiento imperfecto derivado del amor, llegaba todo lo que de forma innata se le ofreció al hombre como arma blanca. Cuando se sintió satisfecho se cerró a sí mismo, bajo los brazos que erguidos acompañaban los bordes de aquél tornado y lentamente empezó a bajar la velocidad de sus giros, empezó a verse una vez más, comenzó a caer mientras el gusano se abría y todo se convertía en silencio. Tardó varios minutos en caer, lo suficiente para que despertara y pidiera un deseo ya con los ojos abiertos. Todos esperaban el momento de la caída y su efecto, pero solo dejó un pequeño agujero en la tierra al golpear su cuerpo en aquella cima fracturada. Un agujero de donde comenzó a emanar agua pura, que en forma de cascada, lloró por siempre purificando al mundo y renaciendo en la mirada de cada recién nacido.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Sonidos

Entonces se detiene, en medio de todos, en medio de ella, en medio de si mismo. Grita llamando su atención pero -afónico- decide quedar callado e intentarlo nuevamente en otra ocasión. Sobrestima sus sentidos e imagina una figura crepuscular frente a él que cuan falso reflejo extraído de memorias opacas, baila al compás de  notas de piano. La madrugada se expresaba, se olía y se escuchaba, porque la presencia si es presencia lo inquieta, lo sacude y lo derrite, ofreciéndose luego como trago.
Se derrumba ante un cataclismo material humano, encadenando siempre su alma a la vida que ahora comparte y -como espejismo- parece siempre haber estado allí. Ella confunde las paralíticas formas que la razón transforma y se deja llevar por una brisa gélida que nada tiene que ver con su interior. Rompe el silencio con el sonido de una voz acelerándose, apresurando su tempo de forma paulatina y esquiva, pero singular, única, sobre todo única. Su caminar, afable caminar, deja como vestigio sangre mezclada con acrílicos multicolores -aunque se mantenga sepia nada lo está en sus polos, nada decae en sus horizontes-. Desde lo más alto del precipicio acompañada del alma de aquél, que si bien no se conocía con la suya ya lo hacían desde antes que pudieran contemplarse.  La tiene, en sus brazos, deteniéndola, apartándola, alejándola, acercándola. Pero se limita a mirarla, impávido ante el ser, porque las lagrimas suelen transformarse en arte (conformando un nuevo vos, pulído y pigmentado) y los amores en sonetos vacíos que tan bien se reflejan en la boca de ella. Sacudiendo el Olimpo con sus manos derrocha ambrosía sobre su espíritu antiguo, sobre su alma cansada, su rostro otoñal que tanto la caracteriza. Apolos y Artemisas sollozando en rincones, materializando cascadas segmentarias que se dividen de acuerdo a su estado de animo. Formando nubosas alejadas las cuales servirán de refugio en época de hambruna, busca impaciente la perfección cuando siempre la tuvo en sus manos. El calor de sus labios anestésicos le impiden decir lo que siente frente a la unión predicha aunque puede demostrarlo, sentirlo y admirarlo porque -por más extraño que parezca- ella es sus alas teñidas de un índigo profundo en un mundo de cristal que ahora lleva su rostro grabado en cada rincón, que ahora acompaña su figura, otorgándole un concierto infinito a su ancestral corazón. Él Suele preguntarle como se sientes mientras un presuntuoso brillo se vá creando en las pupilas de aquella que -aunque dilatadas- lo miran pidiéndole ayuda de una forma particular. Se siente libre de seguir sus rastros bohemios, de responder con acordes sencillos unas notas deliciosas que lo penetran subcutaneamente. Ella fiel misterio eclipsado, ella un todo teatralizado en él, ella regalando su sangre al universo, él besándola insaciablemente, ellos desvaneciéndose con cautela, transformándose en sonidos, recordando a un piano desvelado en una madrugada silenciosa.