lunes, 29 de enero de 2018

Desaparecer para ser (Diario, página 20.2) | fin: 15/03/14 - 29/12/18

Estuve tiempo sin escribir porque suelo hacerlo cuando estoy muy alborotado. Ese estado de choques de ideas me mueve por dentro y toca fibras que duelen pero movilizan, como un shock eléctrico que nace y siento en el pecho -a veces más abajo, desde el diafragma-. No puedo creer las cosas que he pasado desde que terminé la secundaria. Era un nene que salía al mundo buscando alcanzar sus sueños aunque eso significase atravesar falta de sueño, soledad, tristeza, angustia, ansiedad, cansancio, viajes largos, idas y vueltas, pedir ayuda, correr por la calle de punto en punto -juraría que podrían haberme atropellado más de tres veces-, trabajar y estudiar, dormir en una plaza cuando tenía que hacer tiempo y sólo había dormido 3 horas en casa.
 Recuerdo el banco al que iba en los tiempos muertos, era ahí cuando me daba cuenta que estaba cansando -mental y físicamente-. Mi cabeza no paraba de pensar en lo que quería ser y en lo alejado que estaba de eso así que me sentaba en el banco de la plaza de la biblioteca de Recoleta y miraba a las personas, no de una forma siniestra como podría ser con estas ojeras que en ese tiempo juro eran más oscuras de lo que naturalmente son. Buscaba ese banco por la sombra que generaba, abrazaba mi mochila como si mis sueños estuvieran dentro. Acto seguido y con unos ojos achinados del cansancio, examinaba como se movían las personas, como los nenes pedían a los gritos algo que quieran a los padres, o todo lo contrario, se limitaban a regalarse sonrisas entre sí. He visto señores muy ancianos que no perdían la elegancia ni en un pelo de, casi siempre, su escaso cabello, señoras que tenían intacto su sentimiento de superioridad, se les notaba en su cuello (al menos yo los noto en su cuello), miradas furtivas entre hombres y mujeres -también entre hombres, la verdad es que nunca noté entre dos mujeres-, adolescentes bohemios y otros demasiado estructurados. Empecé a ver más allá de las personas. Aprendí a apreciar la tranquilidad también: brisas que mueven las ramas y hacen sonar a los árboles, el sordo sonido de las hojas que caen y pegan contra la vereda; la hermosa luz que pasa entre las ramas y crean marmolados en uno. Y me dormía, con miedo claro, de que me roben lo poco que tenía. 
 Me vivía preguntando el ''porque'' de hacer todo eso, de sufrir tanto. ¿En serio amas tanto esto como para vivir así, con esta ansiedad y cansancio constantes? ¿Vale la pena? Claramente los callaba con música y rescatando lo lindo que podía de las personas o del paisaje. 
 No me sentía el protagonista de mi vida, para mí sólo era un paisaje más, música de fondo en un café de ciudad, como... un papel al viento que golpea con los parabrisas de los autos, los vidrios de los negocios, que pasa por debajo de los colectivos y vuelve a remontar en alguna corriente de aire hasta elevarse. 
 Ese primer año, cuando una de mis personas favoritas en la vida me eligió primero para la beca entre muchos adolescentes esperanzados, fue el peor de mi vida en este cuerpo. Entré a ese lugar con ojos de niño, no sabía a donde me metía, yo solo tenía una imagen en mi cabeza y era a mi yo maduro haciendo arte, siendo arte y buscando ser (ser) el ejemplo para los entes que a veces deciden ser grises porque dejan de creer en la magia. Me pisotearon, me subestimaron, y yo entre tanto ego y superficialidad desaparecí. Era necesario describir un poco el pasado, ese antes de esa imagen mía en la plaza, lo que me llevó a a estar ahi. 
 ''Desaparecer'', estaba totalmente solo, era el chico raro. Nunca pensé que lo sería pero ahí estaba, en una esquina -la inferior izquierda-, escuchando comentarios vacíos en su mayoría, risas contagiosas que no me contagiaban, criticas por lo bajo y sobre todo indiferencia. Si no sabías nada, no eras nada, no existías. Y si bajabas la cabeza peor aún. Quisiera describir un poco ese ''Desaparecer'': es el sentirte nada, también cabe el sentirse sin rumbo como mi metáfora reciente del papel en el viento. Desaparecer conlleva olvidar quien sos y pasar a ser algo que siquiera reconoces. Me miraba en el espejo y no sabía quien era, a donde iba, ni que hacía ahí en el baño del estudio reuniendo fuerzas para salir y sentarme en la clase, en un piso de madera cuidado, repleto de energías que abruman. Podría detallar comentarios, o anécdotas precisas que no vienen al caso en absoluto. Mi arte había sido extraviado junto a mi esencia que al parecer solo aquel hombre podía ver detrás de mis ojos, lo extraño mucho.
 Un año después estaba reconstruyendome, probando nuevas máscaras, estaba tan aburrido de ser el ser invisible que empecé a buscar cual personalidad me quedaba mejor. Ninguna funcionó y me rendí al poco tiempo, quién hubiera dicho que rindiendome me empezaría a encontrar.
 Tiempo después, cuando ya dejé de concurrir a ese lugar, me sentía culpable. Es como esos casos donde uno extraña lo que le hace mal, supongo que había adquirido algún sentir masoquista.
 Cada vez fui alejandome más, y más, fui dejando las máscaras, en el camino conocí a otro papel en el viento -beige y dulce-, empecé a abandonar mis imágenes de ''quien tendría que ser'' para sustituirlas por ''lo que quiero ser hoy''. No está mal pensar en el futuro, ¡No está mal soñar! si no hubiese soñado con fuerzas no hubiese buscado esa beca, no la hubiera obtenido y aceptado que algo me hace diferente, no me hubiera comunicado con ese maestro de amor que me acompañaba con el silencio -nos hablábamos, sin palabras, literalmente-, mi espiritualidad no hubiese sido puesta en juego y fortalecido en el proceso, no hubiera conocido al chico que me dijo que en su trabajo necesitaban gente, no hubiera conseguido ese trabajo a once cuadras del estudio, no me hubiese hecho tan fuerte, mi arte sería -seguramente- un tanto inmaduro aún, no habría conocido a personas hermosas en mi trabajo (y cuatro o cinco en ese estudio, pero ya casi en las ultimas), no hubiese tenido la posibilidad de conocer al papel beige que terminó junto al mío en el árbol de la plaza -la grande- ni crecer lo que crecimos juntos. 
 No tenía idea que después de tanto tiempo iba a hablar de esto más concretamente, quizá porque vive muy conmigo aun, pero está superado en mi alma. Me siento fuerte, mi arte se siente fuerte y mi alma grande. El universo-dios actúa de formas muy inusuales, la verdad es que lo mejor es dejarse llevar por él. Mis sueños solo eran una excusa para conocerme mejor, así que no te reproches demasiado si algo no sale como querías porque todo, pero todo, tiene un propósito. Estamos en este mundo para aprender, no te lamentes demasiado con las negativas, y si se hace que sea por lo injusto, y todo lo que creas que que vale la pena levantar la voz. 
 Si no hubiese soñado, no hubiese tenido estos nuevos sueños. Soñar hace bien, soltar hace bien. 
Muchas veces me puse a pensar que haría si me dieran la posibilidad de ir al pasado y cambiar mi rumbo por completo... y no, está perfecto así como se dio. 
Confía en el universo.
(Amor).