Rain soul

Rain soul

viernes, 22 de septiembre de 2017

El yo-maestro (Diario, página 20)

No hace mucho aprendí algo muy preciado que no vino de mi, aquel guía me lo formuló mientras descansaba la mente y fue claro: ''No necesariamente tenes que buscar todas las respuestas arriba, tenes la sabiduría de aconsejarte a vos mismo sin necesidad de acudir a mi. Ahora si buscas en vos y no encontras la respuesta, ahí si buscame'', es lo más cercano posible a lo que sentí que fue el mensaje.
 Y efectivamente nunca se equivoca, es ahí donde está la ligereza de la verdad, el maestro interno que todos dejamos de lado y espera tranquilo a nuestra llamada: nuestro yo. Buscamos afuera, arreglar las cosas, a nuestra vida en general cuando a veces el caos viene de adentro. Buscamos respuestas en el exterior de forma constante cuando quizá la manera más eficaz de encontrarlas es cerrando los ojos, escuchando el silencio que actúa como pacificador de pensamientos -para dejarlos fluir- y luego ser real. Todos sabemos que es lo mejor para nosotros, cual es el camino correcto a decidir. Todos podemos ser maestros de nosotros y de los otros, como otros son maestros de nosotros sea cual fuere el grado de evolución espiritual que tengan. El maestro no puede enseñar cosas que no sabe, que no ha vivido en carne propia, por eso siempre que aconsejo -o me aconsejo- va desde mi experiencia. 
 ¿Ahora como aconsejarnos entonces a nosotros mismos? Si es cierto que muchas veces necesitamos la ayuda de otros pero suele pasar que está muy cerca nuestro la llave para que todo se encauce. 
''El camino hacia el interior, es el camino hacia el exterior. Si yo me conozco, te conozco. Todos somos espejos del otro''
 A veces me siento perdido, confundido, irritado, caótico. Lo bueno es que hoy en día lo acepto, y en estos momentos intento atrapar esa luz que sé que hay en mi, esa sabiduría -ilimitada que todos tenemos, desbloqueada de a poco (y de a ratos si no se es muy puntilloso)- que me hace sentir lleno de amor. Hay días que me desconozco, no se bien quien soy y me hago preguntas como ''¿Por qué siento esto?'', ''¿Por qué actúo/actué así?, ''¿Esto que pienso soy yo realmente?'', entre muchas otras... Si, somos todo y más. Siempre hablo que la mejor forma de trabajar es desde la templanza y la aceptación, dejarlo ser. Uno no puede ser su maestro en el caos de vivir, y es cuando es necesario ser astuto. Nos tocó encarnar en un mundo donde aprendemos rápido, somos huracanes de información y sentir, y a los más sensibles puede atontarnos -mas no intoxicarnos, solo marearnos-. Me falta demasiado para elevarme, tengo tantos defectos en mí que no podría enumerarlos y eso está bien, el ser consciente está bien ya que la inconsciencia deriva en el no-dinamismo: congelamiento (sin darse cuenta). Entonces sé que casi siempre tengo que ser yo mi maestro, tengo que aconsejarme desde el amor y no desde el ego. Es fácil decirlo, difícil vivirlo día a día. 
 Estamos llenos de monstruos que deben ser combatidos día a día, algunos los creamos nosotros, otros nos los crean. Duele la ansiedad que camina en el pecho, lanzando pensamientos con piernas de plomo que caminan despacio por la mente como cansadas de repetir el mismo camino, y respiro.
 La idea no es reprocharnos nuestras oscuridades, la idea es abrazarlas y pedirles que se vayan de la misma forma en la que vinieron, pero claro sigue sin ser tan fácil. 
 Nos han programado para la autodestrucción porque tienen miedo a que sepamos que construyendo podemos llegar más alto de lo que imaginamos; más alto que nuestros miedos, nuestros fracasos, nuestras incapacidades, nuestro ego. Hoy y siempre digo que no a eso. La ansiedad no me la genera el sentirme perdido, o confundido, o irritado: no. La ansiedad me la genera el miedo a no poder ser lo suficientemente fuerte como para matar mis monstruos,  que este miedo me haga actuar de formas bajas y destruya lo que he construido con esfuerzo y amor. Te amo tanto que me siento débil, tan frágil... tan... indefenso. ¿Amar es darle al otro el poder de destruirte? 
Quizá deba consultarlo con mi yo-maestro, supongo que alguien tiene miedo a sufrir y crea dolor previo -inventado- para resguardarse. Creo que ya entendí... el miedo al dolor es un acto cobarde, vivir valiente y amar aunque falle... eso es lo correcto.
Me agradezco. 

domingo, 25 de junio de 2017

La brisa (Diario, página 19)

 Murmurando, tenue nube que gira formando tu rostro en mi ventana,
ahora nublado, confunde. Y es que el mediodía cambió su color, y tu mirada el nivel del dolor.
Que te desvele la incapacidad de mirar a mis ojos una vez más, el sonido de un tenor marchitando su esencia, reñida de espasmos que producen chirridos de amargura. Tu frustración encarnizada rodeando un ser compasivo optó por canalizar odio en tus pupilas frágiles, en tus manos entumecidas por la injusticia del ser.
 Las alas aún te dolían ¡pero las movías!, terminaste por desplumarte por completo, cansadas de un entorno toxico que las dañaba.
 Tu vergüenza fantasmal decidió tapar las heridas con odio, tiñendo tu alma dañada pero pura, en una constante llanura cutre, esa donde abundan los personajes quejosos, esos que envenenan. Grité tu nombre, me alejé y volví tantas veces que mis pies marcaron el camino hacia vos como una sombra que se pegó a tus tobillos y se arrastraba vayas donde vayas. ''Basta'' mascullé en tu oído pero retumbó debajo de tu piel, no te detuviste.
 Me fui con una carga en mis espaldas -marrón, gris y anaranjada-, el amor embotellado y un hilo débil que até de tu cintura a mi dedo por si querías tirar de él. En esos kilómetros marcados por el otoño, envié mis más bellos sentimientos al mismo tiempo que reconstruía mi cuerpo y mente.
 Empezaste a tirar de la cuerda pero, inesperado, mi sonrisa cambió a un leve gesto de dolor al ver como tirabas hacia abajo y me golpeabas contra mi bienestar. El monstruo que aceptaste odiaba ver feliz a aquello que amabas sin tu ser presente, así que inyectabas dosis de tu destructiva nueva forma de sentir en mis anhelos y esperanzas. Caí algunas veces pero me levantaba, respiraba y exhalaba sin soltar el hilo. Fueron varias las veces que me callé el dolor de mis manos hasta que empezó a sangrar.
 Tomé el hilo con fuerzas, la lluvia que me enamoró se había evaporado por completo. Tiré de él contundente mas no violento, cosa que me hirió más pero... al fin lo arranqué de vos. Es raro decir que fue un alivio porque mis manos quedaron doliendo.
 Días más tarde -sin rastro de su existencia, ni de la mía desde su perspectiva- caminé cerca de la calle en la que nos conocimos y me atasqué por algún motivo, al darme vuelta me detuve y entrecerré los ojos por los rayos del sol que impactaban mi rostro. Contemplando una escalera grisácea que se mantiene impune divisé su alma antigua (separada de la actual) esperándome paciente para saludarme con pena. Me acerqué, y vi pasar por mi mente cada momento que vivimos juntos, cada pluma al viento y cada persecución que hice para rescatarlas. Ese ánima no era más que un manojo de recuerdos pero con la consciencia intacta como si fuese un ser ajeno. Se acercó tambaleando, me sentí amado una vez más, al menos por un segundo. Las hojas de los arboles bailando por el viento eran el único sonido que apreciaba, todo se detuvo dando paso a sus palabras. Al oído me dijo sollozando que me amaba y que era mejor que me aleje por completo, que iba a lastimarme con sus nuevas garras. Saqué la botella donde guardaba el amor y se la dí ensimismado: todo el contenido lo derramé en el pasado, brillaba sobre él, por siempre y eterno. Yo seguí mi camino pero esta vez solo atado a mis recuerdos y lo que alguna vez fue, cuando me di vuelta ya no estaba ahí y yo ¿a dónde iba?

viernes, 26 de mayo de 2017

Borradores de lo que somos (Diario, página 18)

 ¿Que es esa magia que se manifiesta en algunas personas ante nuestros ojos -a veces solo para nosotros- y nos hacen querer estar con ellas, juntos de alguna forma, porque te hacen sentir una poesía sin necesidad de un halago sutil o un apretón de felicitación? ¿Cómo es que algo hermoso con el tiempo se corroe, y despega sus afiches corporales mostrando paredes viejas y un espejo en el cual al mirarte te ves como alguien común y corriente? Veo mis ojeras y una caminata rígida, mirando al horizonte esperando decir lo mucho que quiero despegarme de esa nueva ansiedad que me produce lo que antes me resultaba algo inspirador.

 Me encanta la naturaleza de las personas, es inquietante conocerlas -tanto como conocernos-. Imagínense que nunca terminamos de conocernos a nosotros mismos ¿en serio esperan saber cada rincón del corazón, mente y alma de los otros seres humanos que aparecen en nuestras vidas?  Pero antes de ser un aventurero con gustos por la inspección de terrenos amorosos-amistosos-políticamente correctos con otras personas es mejor tener en cuenta algo que suena básico pero que a veces se nos olvida: todo cambia. Es la vida, movimiento puro como el agua, quieta se estanca... y así pasa con las personas y las relaciones, quieta se pudre opacando lo cristalina y sanadora que fue en un comienzo, o no, puede que no sea del todo sanadora al principio pudiéndola graficar como un monstruo seductor pero compasivo e inteligente que te habla al oído (que cuanto más te mira más se caen sus escamas y aparecen sus plumas), y así miles de posibilidades. 
 Nos enseñaron a aparentar y realmente eso es muy desgastante ¿pueden creer que hay personas que aparentan ser algo que desean ser incluso mintiéndose a ellas mismas? esos son los peores casos. ¿Pero que pasa con la poesía que siempre me gusta nombrar y doy vueltas? 
 Los humanos son inconstantes en casi todos los aspectos y eso es lo que nos hace particularmente hermosos u horrendos, o quizá promedios también ¿por qué no?... nos encierra a todos, seamos como seamos. Ahora tengamos en cuenta algo, sabiendo que las personas aparentan en diferentes grados -no necesariamente el que más aparenta es el más alejado a su yo real-, hay que sumarles lo que dibujamos en nuestra mente de su ser por como se muestra, como nos habla, nos mira, por su vida, o incluso nuestra intuición. Me gusta imaginar esta parte de las relaciones simplemente como una pagina en blanco donde vamos escribiendo... y borrando, escribiendo y borrando, y así constantemente. Si comparamos el papel de la idea que nos hacemos de los otros seres en el comienzo (la primera vez que se cruzan palabras, que se miran) y la que escribimos en unos meses después podemos sorprendernos. Ahí podemos tener en cuenta varias cosas también, si a los meses el papel de la idea tiene algunos pobres borrones y solo te dedicaste a agregar nuevas virtudes-defectos-etc, ése ser es alguien que sabe aparentar perfectamente, o es muy si mismo. 

 Por lo tanto es normal que solamos decepcionarnos o incluso decepcionar a las otras personas, porque no solo nosotros creamos los papeles de ideas, si no, que los demás crean los suyos con nosotros. Saben poco de nosotros en realidad así que sabemos poco de ellos.
 Cuando le di vueltas a este pensamiento recurrente en mi cabeza sobre que pasa con las poesías que creo poesías y luego no lo son, los monstruos que creo monstruos pero después son inofensivos, y varios otros fallos, borradores con hojas arrugadas que colecciono en la memoria... me doy cuenta que está bien.
 Si, está bien. ¿por qué deberíamos encasillarnos en papeles de ideas simples? creo que si miro mi vida diría que yo también he escrito y roto varias ideas de lo que era, incluso ahora tengo una idea de lo que diría exactamente mi borrador, pero no somos eso si no todas aquellas hojas de los que alguna vez nos miraron y se equivocaron o acertaron. Somos también la hoja del joven triste, la muchacha autodestructiva, la del radiante como el sol, la hoja de los cafés nocturnos. Somos todo eso y más.
 Como conclusión diría que somos pura energía en movimiento y la aceptación del cambio de otros, como del nuestro, es primordial para estar un poquito más cerca de lograr tranquilidad en nuestras relaciones. Por eso es que yo no espero nada de nadie, ni quiero que ellos esperen de mi. Actúo como puedo y soy por mi borrador actual y por la forma en que las dos hojas contemporáneas interactuan entre sí: hacen una buena obra juntos o ya no vuelven a entenderse.
 Por eso es que las relaciones se acaban, se dan un tiempo o se compenetran a la perfección. Por eso también es que la poesía que vemos en algunas personas muere, son solo puros papeles que se arrugan de cientos de anotaciones que se reemplazan, todas en el suelo de lo que somos.

martes, 11 de abril de 2017

El árbol (Diario, página 17)

 Meditar sería algo útil pero quizá prefiero exteriorizarlo en la expresión que se me antoja en el momento del continuo pensamiento, o sentimiento, que está ahí y gotea mi cabeza hasta horadarla.
 A veces no sé que siento con algo determinado, porque son muchas cosas que golpean entre sí, unas a otras; alguna se fracturas, otras se alejan de la multitud, pocas se quedan contemplando su propia inercia. Es como tratar de ver a varios metros algo que se quiere describir en una tormenta de esas que no se soportan solo con un paraguas y un piloto, tormentas de las cuales hay que resguardarse.
 Me siento en la tormenta, puedo notar mucho amor, ¿eso debería ser todo? ¿el amor debería callar todas mis preguntas, mis dolencias o mis quejas? ¿el amor calla? el problema es cuando el amor encalla. Respiro y entro en una cafetería con gusto a madera. Miro afuera y veo como el viento hace danzar violentamente a las gotas que caen desde lo alto, algunas chocan frente a mi sobre el vidrio que recorro con mi índice. La lluvia siempre estuvo presente en mi vida, es muy importante en esta reencarnación por algún motivo que no podría precisar, pero admito que me gusta. Cuando me traen el café mi frío parece calmar, sonrío tenue como una vela y me pierdo entre las imágenes que el giro del vapor -de aroma tostado- me hace imaginar; hay un joven allá afuera, esperando reencontrarme al salir. Así fue como nos conocimos también: se superpone otro recuerdo. No lo esperaba, y si lo hacía no lo recordaba en absoluto. Estaba sentado en una de las mesas de forma tímida, aunque fingía fortaleza, o al menos algo de seguridad -mentía, otra vez-. Lo vi y seguí haciendo otras cosas, no quería que notase que sabía de su presencia. Al terminar salí con mi mochila colgando, y apliqué un poco de lo que al menos aprendí en teatro: ¿Hey, vos sos...? -actué-. Pensé que solo iban a ser un cruce de palabras, y ya. Mientras escuchaba su voz notaba rigidez, aunque realmente lo intentaba, estaba buscando la forma de ser alguien interesante -no se conoce así mismo-. Dijo que deberíamos comer algo, y era realmente tarde, ''Dios, es tardísimo y tengo una hora y media de viaje'' pensé, pero acepté por cortesía. Las cosas no mejoraban cuando apenas me escuchaba, lo confundían las voces altas del lugar, lo insistente que estaba la chica de atrás suyo haciéndole entender a su padre lo importante que era su forma de ver las cosas. Otro pensamiento en mi mente ''Bueno... no parezco interesarle, vamos a cambiar de temas'' propuse algunas cosas pero era algo sutil al responder, me sentí el motor desde el primer momento -me equivocaba-. Al salir después de varios minutos caminamos hasta la parada de mi bondi, estaba fresco pero parecía una noche de otoño de esas soportables. ''Vamos a la plaza'' dijo, ''Ay dios...'' pensé. Con cada paso que iba dando junto a mi, más podía ver como se descongelaba, podía ver el rastro de agua que dejaba su hielo al caminar. Nos reconocimos frente a un gran árbol, robusto, recién ahí pude verlo. Esa noche volví a mi casa con una sonrisa cálida. El vapor da vueltas y lo huelo, siento cada parte de él, me envía a un pasado más cercano. Mi mente estaba dispersa pero concentrada en algo más, una cosa que creía sublime pero resultó tan voluble como el mar. Él insistía, seguía esperándome y yo era sincero: ''en serio no quiero lastimarte, pero es la verdad, de antemano'' salía de mi con aires de ternura por sus lindos gestos de interés. No se cansaba de ir, de pronto a las pocas semanas -una vez por semana- me fui acostumbrando y enamorando de la idea de sentirme especial para alguien. Estaba tan perdido como un papel al viento y si bien aquel estaba mucho peor... encontraba refugio en su presencia, y de alguna forma también le pasaba lo mismo... ¿que mejor para un papel en el viento que otro que lo acompañe?

 Un día hizo lluvia, ''no va a venir'' dije: vino -siempre vino, siempre pensé que no venía y aparecía, estaba-. No sé si se trata de amor lo que siento en este momento, o ternura, pero estaba mojado, de nuevo ahí sin perder la media sonrisa, como si el verme fuera a calentarlo. Fue en ese momento que tomé su mano y decidí que debía parar con mi anterior dirección, para tomar las riendas y enfocarme en lo que tenía: oro puro, que se creía un sucio carbón. Pasó mucho tiempo, podría decir que fue una relación reciproca, cuando uno caía el otro lo levantaba, y así fue. Aprendí a amar, y aprendí a dejar que me amen (no, no aprendí a amar del todo, exagero bastante) pero veo en el vapor a alguien que por primera vez estuvo verdaderamente cerca del amor real.
 Ahora solo es lluvia, no hay viento que me perturbe. Saboreo el café con gusto, envolviendo mis manos para calentarlas también, y lo espero en la esquina. Nos espero ver encontrar otra vez, a esos jóvenes perdidos volando sin rumbo, pero con un objetivo: estar unidos a pesar de la tormenta.

domingo, 9 de abril de 2017

Brillantina (Diario, página 16)

 No quiero ser como ellos.
Hay tanta hipocresía en la juventud, me cuesta muchísimo divisar personas reales detrás de tanta brillantina esparcida por sus ojeras. Oigo como detrás de sus palabras hay voces que piden otra oportunidad para salir a la luz, avergonzadas y con una autoestima bastante golpeada. No quiero ser parte de un fragmento de masa que está obsesionada con ser diferente, no quiero. Estoy diciendo algo que es más que obvio, -no soy ningún visionario- pero como observador me siento obligado a mencionarlo: me genera algo de inquietud... ¿animadversión? 

 El ente que domina, que tiene como objetivo la aniquilación de lo personal -el alejamiento del yo real- se ha encargado en años y años de programación audiovisual la implantación de semillas, siguiendo de generación en generación. Éstas empeoran con el paso del tiempo y no estoy seguro si se puede detener el proceso.
 Lo perverso de la jugarreta del ''soy especial'' es que siguiendo patrones establecidos como la moda se terminan formando alter egos en los individuos, lo que obviamente como finalidad está la confusión del ser ¿quien soy, que hago acá? por lo tanto su equilibrio espiritual-corporal-mental es callado con el ego, que tiene que ser alimentado seguido o si no se genera la sensación de vacío.
 Cuando decidí seguir una vida relacionada al arte fue porque lo respiro. Amé y amo el arte en todas sus formas... sintiéndome lo más horrible del mundo, lo más bello, lo más invisible: mi sentir nunca cambió y éste nunca me aburrió. ''Quiero una vida llena de poesía, inhalar arte donde vaya, rodearme de gente vibrando como yo'', ahora es cuando exhalo. La moda y la superficialidad devoró -no en su totalidad pero en gran medida- la belleza de lo real y por eso fue que me hizo un poco al costado. No entraré en detalle ya que fueron muchas las veces que hablé sobre esto acá, pero... que aburrido. Por eso cada vez que los veo me generan temor y pena, temor porque no quiero volverme como ellos -batalla diaria-, pena porque detrás de esos personajes ridículos hay seres que podrían brillar con luz propia pero lo hacen con una inventada, robada, ficticia y frágil.  
 Después están los otros, los... ¿adoradores? son jóvenes con -que coincidencia- baja autoestima que siguen a personas y las ''admiran'' sin reales motivos ¿Por que tienen carisma, belleza, se visten bien, cantan relativamente correcto, se creen su personaje? solo viven a través de ellos, quisieran ser ellos, hacer lo que hacen, todo viéndolos desde su ventana, soñando convertirse en ellos, cuando los otros siquiera son (reales/sinceros). 
 Y luego están mis favoritos que son los del tercer grupo, la minoría. No les importa. A veces pienso que el que no te importe hace que te acerques más a tu yo. Ellos bailan cuando quieren, ríen cuando gustan, lloran si tienen ganas, son buenos o malos en lo que hacen, son inteligente o no tanto, se visten como tienen ganas y no siguiendo patrones, ellos son y punto. 
 Juro no haber pesando en Cortázar al escribir lo anterior, pero mi subconsciente ganó otra vez, al parecer estoy hablando de las esperanzas, las famas y los cronopios y me acabo de dar cuenta, solo lo llevé a un terrero contemporáneo. 
 Haré un mea culpa... creo que empecé siendo un cronopio, mi infancia así lo fue. La primaria me hizo una esperanza, hasta que la secundaria me transformó en fama. La vida de la juventud me sacó de eje por completo así que no me sentía tan suelto como un cronopio, llegó un punto que no quería siquiera triunfar como una fama, y hasta dejé de sentirme esperanzado por algo. ¿y si pasando por todos esos estados es que terminamos por encontrarnos? bueno... o al menos empezamos a descubrirnos realmente. Por ahora solo se que no quiero ser ellos. Quiero ser yo, pero más yo aún, buscarme tanto hasta que me pierda y sin darme cuenta sentir como debería, sin condicionamiento alguno. No soy especial, pero al menos no soy como ellos -al menos... por ahora-. 

sábado, 18 de febrero de 2017

Reflejos del firmamento (Diario, página 15)

Siempre soñé.
 Cuando era chico amaba soñar despierto, incluso más que ahora. Era algo inevitable salir del presente para vivir en mi mente un rato, inventar mis escenarios, mis propias historias fuera de lo que realmente era. En esos sueños solía destacar entre los demás o tener habilidades diferentes que me hacían digno de admiración. El cielo siempre fue un lugar en el cual esconderme -quizá desde chico fui creando un ser escapista-, amaba todo lo que tenga que ver con los cuerpos celestes, recuerdo haberme asombrado muchísimo al enterarme que el sol era una estrella, o más impresionante aun ¡Que todas las estrellas son Soles!; me resultaba casi irreal y hermoso porque ahí había fantasía que era real, tantos misterios sin revelar que la hacían magnética para mi mente. Me gustaba mirar el cielo nocturno y sentirme muy chiquito, más de lo que era. Las nubes de las noches tienen un color particular y supongo que es por estas contemplaciones, por el azul oscuro del horizonte a esas horas, que amo tanto el color índigo -profundo, bello, elegante y misterioso-.
 Profundo, bello, elegante y misterioso... Quise ser astrónomo, cuando me preguntaban que quería ser ''cuando sea grande'' respondía eso, yo no quería ser un astronauta, yo quería investigar todo desde acá. Es irónico que al crecer pasé de admirar a las estrellas, a querer -de alguna forma- ser una. Lo que no está claro, lo que permanece en una nebulosa sin muchas explicaciones, me ha seducido todos estos años. En la tercer etapa de mi vida, la juventud, mi actualidad ya no quiero ser una estrella, me conformo con ser un ser bello, y se me escapa. A veces se asemeja a ver las estrellas en una fuente de agua, pensás que podes tocarlas pero solo son un reflejo. Y meto mi mano en el liquido hasta hundirme por completo descubriendo otra realidad. Hay tantas realidades en una sola como estrellas en el firmamento.
 Con el paso de los años el universo se convirtió en mis temas favoritos hasta que me percaté que estaba más cerca de lo que creía, podía ver a través de él en la mente de las otras personas. Allí estaba todo, escondido como el espacio mismo, millones de pensamientos, recuerdos, sueños y temores navegando en el vacío inexplorado. Llegué a una conclusión simple pero acertada; tengo especial fijación en toda cosa bella que no puedo descifrar por completo, que siempre deja algo sin conocer, que cambia y se mueve, que es ciclotimica por naturaleza y vibra a un ritmo propio, divergente.
 Creo que soy un poco de eso, a veces me siento el agua misma pasando por diferentes lugares, estados. Me derrito, me solidifico, me condenso y evaporo sin previo aviso, sin que pueda manejarlo.
 Tiene sus lados bueno y malos, como todo, el escapismo mediante estados se hace más fácil pero el problema está cuando te adaptas a un lugar, un recipiente modesto y reconfortante, para luego sublimarte a nuevos espacios.
 Siempre soñé y me estoy cansando, me cansé. Puede que esos pensamientos vengan muy de la mano con la frustración y la proyección pero ¿está bien solo ser presente? lo pregunta una persona que vivió durante años en un futuro olvidando donde estaba parado, perdiendo la noción del tiempo, pasando de estado en estado sin conocimiento, sin consciencia, ignorando amigos, familia, amores.
 De cualquier forma sigo soñando y nunca voy a dejar de hacerlo, aunque con los años éstos cambien drasticamente, aunque sean débiles o fuertes, aunque mueran o nazcan prematuros, seguiré soñando.
 Sueño con ser un alma hermosa para todos algún día, en especial para mi, con manejarme bajo impulsos sanos y dejar de lado cualquier aspecto de personalidad que se maneje con el ego como motor. Sueño con encontrar mi yo profundo, quizá deba morir buscando las estrellas en el agua ¿Quién sabe? pero busco, fluyo. Perdón por mis cambios, me cuesta mucho aprender a vivir sin perder la armonía: sueño con el equilibrio de mi ser.
 Soñar con las estrellas y las fantasías, soñar con ser radiante y vivir una fantasía, soñar con vivir y volverme una poesía. Hoy solo quiero eso, una poesía.

miércoles, 25 de enero de 2017

El destino y sus nudos (Diario, página 14)

 No se si creer en el destino o si no hacerlo. Si tendría que poner en evidencia lo que pienso realmente y siento como una verdad -es importante sentir la verdad, si no se siente algo anda en desarmonia con dicho pensamiento- seria algo simple pero que debería explicar. Para mi el destino humano es un pedazo de un gran ciclo -infinito, que vuelve a comenzar una y otra vez-, en este trozo está el destino de la persona con un principio y final inamovibles en la mayoría de los casos, pero dentro de la linea de tiempo existen también otros hechos que son necesarios y obligatorios, lacrados en el porvenir de la persona, lo que llamo nudos. Estos nudos del destino son eventos que si o si tienen que ocurrir, un hijo, conocer a alguien importante en la vida, un éxito, un fracaso, pero algo significativo (claro está que varios nudos están unidos a otros de otras personas, lo que encadenaría de una forma invisible a millones de seres, en el hipotético caso de que no se cumpla el de uno afectaría a mucho otros creando un nuevo futuro). Pero ¿que pasa en el hilo entre los nudos? yo creo que es ahí donde se nos regala el libre albedrío, donde podemos optar y tomar decisiones que nos lleven a diferentes escenarios, empleos, personas sin relevancia, aprendizajes o involuciones. Hasta acá suena una verdad un tanto aceptable, un hilo segmentado -la vida de un humano- de una rueda infinita -ciclos de reencarnaciones-. El problema yace en un pensamiento que casi es verdad pero no aún, la llamada ''misión de vida''. Quizá es reconfortante pensar que todos tenemos un destino y dejarse llevar por la marea, pero si tuviéramos la posibilidad de ver el futuro, saber que somos unos grandes médicos con una numerosa familia y muchos amigos (para dar un ejemplo de futuro feliz un poco básico) ¿seguiríamos viviendo el libre albedrío de la misma forma que lo hacíamos? En el caso que ante esta predicción la persona se ''relaje'' demasiado entre los nudos, ¿éstos pueden cambiar? ¿Y si tenemos una misión de vida, es uno de los nudos o está en alguna parte entre ellos? Son tantas preguntas que no puedo contestar, solo puedo deducir e intentar llegar a la verdad, mi verdad.

 La verdad es algo muy propio, tan personal como nuestra soledad. La verdad va de la mano con el mundo en el que vivimos, tanto socio-cultural como familiar, intelectual, emocional y hasta espiritual. Si cada persona es un mundo, cada mundo tendrá su verdad. Muchos de esos mundos comparten verdades con otros, uno de los desafíos del que encuentra su verdad es respetar al otro aunque predique la suya cuando uno la sienta mentira. En este caso podemos optar por la forma más sana que sería el dialogo, sostener nuestra verdad en las manos y describirla con amor y valor a los demás, luego esperar a que el otro muestre la suya de la misma forma; el problema de esto es que a diferentes verdades, diferentes niveles de evolución espiritual o emocional e intelectual, ¿el resultado más habitual de ésto? Peleas, conflictos. ¿Resultado? La verdad se les va de las manos a ambos y empiezan a tener en común solo la necesidad de hacer cambiar al otro de parecer desembocando en una desarmonía general. 

 Lo que quiero decir es que mi verdad sobre el destino es la anterior mencionada, la siento así, aunque jamás en la vida sabré si estuve en lo cierto. Es curioso como planteamos cosas que solo se podría saber el día que no estemos mas en este plano. A veces me quedo unos momento reflexionando y rogando que todas mis verdades no sean tan solo una nebulosa perdida en el espacio, aunque sé que no lo será... espero sea parte de un nudo.
 Ahora supongamos que se nos revela el futuro y no quiero ser lo que me predestinaron, sea lo que sea no quiero ser eso, ¿el universo nos habrá dado el poder de cambiar los nudos a nuestro antojo? ¿Que tan ''inamovibles'' son los nudos entonces? En el caso que pueda cambiarse nuestro destino, ¿no seria ya parte de un sub-destino también prefijado siendo la idea de cambiar nuestro porvenir parte de algo ya pactado? 

 Pasado, futuro. Quizá debería concentrarme más en el presente, lo intento, lo juro. A veces tengo que recordarme que estoy en el ''ahora'' y me miro las manos tratando de salir de mi cabeza, sentir en general, hace bien. Lo hago de una forma simple buscando en lo cotidiano, ahí está el presente: cuando tomas una taza de café -o té mayormente en mi caso-, sentir el aroma real, detener los pensamiento y tan solo darse el lujo de abrazar la calidez de la taza y dejar que el aroma inunde nuestra nariz, sorber un poco y dejarlo que baile en nuestra boca, porque uno puede tomar un café pero ¿lo estás disfrutando? ¿Estás apreciando cada parte de esa bebida?; cuando camino por la calle y veo a las personas, los arboles entre los edificios, el viento, la lluvia, el sol, las aves, todas son un presente que cuando nos queremos dar cuenta ya pasó, y ese libre albedrío de ese paseo caducó. Me genera ansiedad este pensamiento, lo admito, pero me gusta pensar en esas cosas, me hace mirar más allá de forma obligada.
 Nudos, principios, finales, presentes, pasados, futuros... todo es mejor si fluye, supongo. Y como conclusión diría que uno cuando vive tiene dos opciones: Verdad del destino, dejarse llevar por el mismo tomando las decisiones que sientan que son correctas en el momento de pasar por el libre albedrío y aceptar los nudos como unos amigos, o la Verdad del transformador, aquel que no se da por vencido ante un destino que puede considerar injusto y lucha por cambiarlo. Quizá en algunos mundos el destino no exista, y en otros si, por lo tanto el destino existe o no en cada uno y en la verdad que sintamos... puede que el universo nos regale lo que sentimos que es verdad como real no estando equivocados ninguno -cuando de este pensamiento se trata-, y permita que uno fluya aceptando, y otro construya en desacuerdo. 

 Me duele la cabeza, ahora. -ya es pasado-.