martes, 11 de abril de 2017

El árbol (Diario, página 17)

 Meditar sería algo útil pero quizá prefiero exteriorizarlo en la expresión que se me antoja en el momento del continuo pensamiento, o sentimiento, que está ahí y gotea mi cabeza hasta horadarla.
 A veces no sé que siento con algo determinado, porque son muchas cosas que golpean entre sí, unas a otras; alguna se fracturas, otras se alejan de la multitud, pocas se quedan contemplando su propia inercia. Es como tratar de ver a varios metros algo que se quiere describir en una tormenta de esas que no se soportan solo con un paraguas y un piloto, tormentas de las cuales hay que resguardarse.
 Me siento en la tormenta, puedo notar mucho amor, ¿eso debería ser todo? ¿el amor debería callar todas mis preguntas, mis dolencias o mis quejas? ¿el amor calla? el problema es cuando el amor encalla. Respiro y entro en una cafetería con gusto a madera. Miro afuera y veo como el viento hace danzar violentamente a las gotas que caen desde lo alto, algunas chocan frente a mi sobre el vidrio que recorro con mi índice. La lluvia siempre estuvo presente en mi vida, es muy importante en esta reencarnación por algún motivo que no podría precisar, pero admito que me gusta. Cuando me traen el café mi frío parece calmar, sonrío tenue como una vela y me pierdo entre las imágenes que el giro del vapor -de aroma tostado- me hace imaginar; hay un joven allá afuera, esperando reencontrarme al salir. Así fue como nos conocimos también: se superpone otro recuerdo. No lo esperaba, y si lo hacía no lo recordaba en absoluto. Estaba sentado en una de las mesas de forma tímida, aunque fingía fortaleza, o al menos algo de seguridad -mentía, otra vez-. Lo vi y seguí haciendo otras cosas, no quería que notase que sabía de su presencia. Al terminar salí con mi mochila colgando, y apliqué un poco de lo que al menos aprendí en teatro: ¿Hey, vos sos...? -actué-. Pensé que solo iban a ser un cruce de palabras, y ya. Mientras escuchaba su voz notaba rigidez, aunque realmente lo intentaba, estaba buscando la forma de ser alguien interesante -no se conoce así mismo-. Dijo que deberíamos comer algo, y era realmente tarde, ''Dios, es tardísimo y tengo una hora y media de viaje'' pensé, pero acepté por cortesía. Las cosas no mejoraban cuando apenas me escuchaba, lo confundían las voces altas del lugar, lo insistente que estaba la chica de atrás suyo haciéndole entender a su padre lo importante que era su forma de ver las cosas. Otro pensamiento en mi mente ''Bueno... no parezco interesarle, vamos a cambiar de temas'' propuse algunas cosas pero era algo sutil al responder, me sentí el motor desde el primer momento -me equivocaba-. Al salir después de varios minutos caminamos hasta la parada de mi bondi, estaba fresco pero parecía una noche de otoño de esas soportables. ''Vamos a la plaza'' dijo, ''Ay dios...'' pensé. Con cada paso que iba dando junto a mi, más podía ver como se descongelaba, podía ver el rastro de agua que dejaba su hielo al caminar. Nos reconocimos frente a un gran árbol, robusto, recién ahí pude verlo. Esa noche volví a mi casa con una sonrisa cálida. El vapor da vueltas y lo huelo, siento cada parte de él, me envía a un pasado más cercano. Mi mente estaba dispersa pero concentrada en algo más, una cosa que creía sublime pero resultó tan voluble como el mar. Él insistía, seguía esperándome y yo era sincero: ''en serio no quiero lastimarte, pero es la verdad, de antemano'' salía de mi con aires de ternura por sus lindos gestos de interés. No se cansaba de ir, de pronto a las pocas semanas -una vez por semana- me fui acostumbrando y enamorando de la idea de sentirme especial para alguien. Estaba tan perdido como un papel al viento y si bien aquel estaba mucho peor... encontraba refugio en su presencia, y de alguna forma también le pasaba lo mismo... ¿que mejor para un papel en el viento que otro que lo acompañe?

 Un día hizo lluvia, ''no va a venir'' dije: vino -siempre vino, siempre pensé que no venía y aparecía, estaba-. No sé si se trata de amor lo que siento en este momento, o ternura, pero estaba mojado, de nuevo ahí sin perder la media sonrisa, como si el verme fuera a calentarlo. Fue en ese momento que tomé su mano y decidí que debía parar con mi anterior dirección, para tomar las riendas y enfocarme en lo que tenía: oro puro, que se creía un sucio carbón. Pasó mucho tiempo, podría decir que fue una relación reciproca, cuando uno caía el otro lo levantaba, y así fue. Aprendí a amar, y aprendí a dejar que me amen (no, no aprendí a amar del todo, exagero bastante) pero veo en el vapor a alguien que por primera vez estuvo verdaderamente cerca del amor real.
 Ahora solo es lluvia, no hay viento que me perturbe. Saboreo el café con gusto, envolviendo mis manos para calentarlas también, y lo espero en la esquina. Nos espero ver encontrar otra vez, a esos jóvenes perdidos volando sin rumbo, pero con un objetivo: estar unidos a pesar de la tormenta.

No hay comentarios: