domingo, 24 de febrero de 2013

Planos


 Es libre en la acción, no solo en el sentimiento, que escabullido en el tiempo -arte- se retuerce a gritos en alguna parte de nuestro cráneo de amatista. Reflejando tantas veces como se le permita, un orgullo renacentista envuelto en seda multicolor, inservible si se busca calor, porque el frío de noches de invierno te azotan aunque te gusta que tu piel muera en silencio, sintiendo así mas calor en tu pecho que en tus manos -purpuras y secas- moviéndose junto a la brisa y el canto de pichones inmaduros, con voz pero sin reclamo, desde su nido materno. Los ojos cerrados no ven pero imaginan, las campanadas solo advirtiendo encuentros, a la hora de partir. Sueños tan rotos como ese vaso de whisky que se deslizó por tu cintura: que bajó como subió aquel seco material a tu cerebro, blanco y plateado, hermosa locura empañada de soledad.
 Dos los acordes sonando a lo lejos, Re sosteniéndote en silencio, La melancólico gimiendo - perplejo- desintegrando cada célula muerta debajo de tu cabello enloquecido, mezclado con varias paginas de libros viejos y polvo virginal, sentimiento de superioridad erróneo pintado sobre tus uñas color miedo.
 Cuando menos lo esperas, la llama del sedimento marino hurgando tus posesiones, incomunicando a lo más preciado de tu brillo ocular, minerales jugosos con parpados de tela. Posterior al rayo de luz que idealizó tu figura motora, mecánica de una diosa mortal enemiga del cielo y el amor, de la piel que dio el nombre a la amargura, varias gotas de rocío sobre un árbol nacido en Troya, pacífico sin corazón, hipócrita caminando entre la guerra: Tomas el veneno tan rápido como sangre transporta tu arteria, arrancada hace siglos por una tenue facultad posesiva que te llevó a la locura, rodando por praderas infectadas de sueños, cortando flores crecidas de la sorda monotonía, volando como harpía cerca de la novedad existencial.
 Eran tan claro el cielo y tan brusca su canción que cuanto más se escuchaba mas era la necesidad de abrazarla, tocarla, sentirla y cantarla, aferrándose -cansada- a una gargantilla de perlas atada al demonio inventado del materialismo, confundido, enamorado del sol.
 La flecha invisible interceptada por el ente vacío, ese corpulento argumento de fétidas melodías vagantes, compañeras de Argos y sirenas, palabra santa: Certeza y cadenas.
El error, surcando los cielos llegando desprevenido, chocando frente a tu cara, dejando un marco en el piso -fósil típico y conocido, teñido de tonos verdosos con líneas carmesí y obreros infatigables, una tarde de impacto conocida ya por la roca madre sollozando crepuscular entre la marea y el cosmos:
El aire le pertenece a una voz casi táctil -gritando cortada-, ''lienzo olvidado lleno de arte'' al error más inhumano conocido, nuestra existencia, que muere y desespera cortando las cuerdas de un harpa agonizante, llameante, que pertenece a un mundo de tonos grises y rojos profundos, azules claros y cielos únicamente nocturnos, cubierto de vidrios rotos, donde solo se acepta el polvo de diamantes que con tu dedo meñique limpias de tu nariz.
Un minuto.
 Tu nariz inundada de lagos, desesperada en la profundidad de tu miserables promiscuidad. Rostro dejando sobre la marea trazos de pintura creados a partir de un maquillaje soluble -máscara teatral griega- por fin despertando insegura, no faltando a la regla de no ser lo que no existió, conformándote (para reducirte) a un Re y un La, a la certeza y las cadenas, a gargantillas de perlas y demonios enamorados: A polvo de diamantes, Ciclo de escapes, sobredosis de alma. La droga y la muerte, Cocaína dentro de tu corazón.