Siempre soñé.
Cuando era chico amaba soñar despierto, incluso más que ahora. Era algo inevitable salir del presente para vivir en mi mente un rato, inventar mis escenarios, mis propias historias fuera de lo que realmente era. En esos sueños solía destacar entre los demás o tener habilidades diferentes que me hacían digno de admiración. El cielo siempre fue un lugar en el cual esconderme -quizá desde chico fui creando un ser escapista-, amaba todo lo que tenga que ver con los cuerpos celestes, recuerdo haberme asombrado muchísimo al enterarme que el sol era una estrella, o más impresionante aun ¡Que todas las estrellas son Soles!; me resultaba casi irreal y hermoso porque ahí había fantasía que era real, tantos misterios sin revelar que la hacían magnética para mi mente. Me gustaba mirar el cielo nocturno y sentirme muy chiquito, más de lo que era. Las nubes de las noches tienen un color particular y supongo que es por estas contemplaciones, por el azul oscuro del horizonte a esas horas, que amo tanto el color índigo -profundo, bello, elegante y misterioso-.
Profundo, bello, elegante y misterioso... Quise ser astrónomo, cuando me preguntaban que quería ser ''cuando sea grande'' respondía eso, yo no quería ser un astronauta, yo quería investigar todo desde acá. Es irónico que al crecer pasé de admirar a las estrellas, a querer -de alguna forma- ser una. Lo que no está claro, lo que permanece en una nebulosa sin muchas explicaciones, me ha seducido todos estos años. En la tercer etapa de mi vida, la juventud, mi actualidad ya no quiero ser una estrella, me conformo con ser un ser bello, y se me escapa. A veces se asemeja a ver las estrellas en una fuente de agua, pensás que podes tocarlas pero solo son un reflejo. Y meto mi mano en el liquido hasta hundirme por completo descubriendo otra realidad. Hay tantas realidades en una sola como estrellas en el firmamento.
Con el paso de los años el universo se convirtió en mis temas favoritos hasta que me percaté que estaba más cerca de lo que creía, podía ver a través de él en la mente de las otras personas. Allí estaba todo, escondido como el espacio mismo, millones de pensamientos, recuerdos, sueños y temores navegando en el vacío inexplorado. Llegué a una conclusión simple pero acertada; tengo especial fijación en toda cosa bella que no puedo descifrar por completo, que siempre deja algo sin conocer, que cambia y se mueve, que es ciclotimica por naturaleza y vibra a un ritmo propio, divergente.
Creo que soy un poco de eso, a veces me siento el agua misma pasando por diferentes lugares, estados. Me derrito, me solidifico, me condenso y evaporo sin previo aviso, sin que pueda manejarlo.
Tiene sus lados bueno y malos, como todo, el escapismo mediante estados se hace más fácil pero el problema está cuando te adaptas a un lugar, un recipiente modesto y reconfortante, para luego sublimarte a nuevos espacios.
Siempre soñé y me estoy cansando, me cansé. Puede que esos pensamientos vengan muy de la mano con la frustración y la proyección pero ¿está bien solo ser presente? lo pregunta una persona que vivió durante años en un futuro olvidando donde estaba parado, perdiendo la noción del tiempo, pasando de estado en estado sin conocimiento, sin consciencia, ignorando amigos, familia, amores.
De cualquier forma sigo soñando y nunca voy a dejar de hacerlo, aunque con los años éstos cambien drasticamente, aunque sean débiles o fuertes, aunque mueran o nazcan prematuros, seguiré soñando.
Sueño con ser un alma hermosa para todos algún día, en especial para mi, con manejarme bajo impulsos sanos y dejar de lado cualquier aspecto de personalidad que se maneje con el ego como motor. Sueño con encontrar mi yo profundo, quizá deba morir buscando las estrellas en el agua ¿Quién sabe? pero busco, fluyo. Perdón por mis cambios, me cuesta mucho aprender a vivir sin perder la armonía: sueño con el equilibrio de mi ser.
Soñar con las estrellas y las fantasías, soñar con ser radiante y vivir una fantasía, soñar con vivir y volverme una poesía. Hoy solo quiero eso, una poesía.
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