La verdad es algo muy propio, tan personal como nuestra soledad. La verdad va de la mano con el mundo en el que vivimos, tanto socio-cultural como familiar, intelectual, emocional y hasta espiritual. Si cada persona es un mundo, cada mundo tendrá su verdad. Muchos de esos mundos comparten verdades con otros, uno de los desafíos del que encuentra su verdad es respetar al otro aunque predique la suya cuando uno la sienta mentira. En este caso podemos optar por la forma más sana que sería el dialogo, sostener nuestra verdad en las manos y describirla con amor y valor a los demás, luego esperar a que el otro muestre la suya de la misma forma; el problema de esto es que a diferentes verdades, diferentes niveles de evolución espiritual o emocional e intelectual, ¿el resultado más habitual de ésto? Peleas, conflictos. ¿Resultado? La verdad se les va de las manos a ambos y empiezan a tener en común solo la necesidad de hacer cambiar al otro de parecer desembocando en una desarmonía general.
Lo que quiero decir es que mi verdad sobre el destino es la anterior mencionada, la siento así, aunque jamás en la vida sabré si estuve en lo cierto. Es curioso como planteamos cosas que solo se podría saber el día que no estemos mas en este plano. A veces me quedo unos momento reflexionando y rogando que todas mis verdades no sean tan solo una nebulosa perdida en el espacio, aunque sé que no lo será... espero sea parte de un nudo.
Ahora supongamos que se nos revela el futuro y no quiero ser lo que me predestinaron, sea lo que sea no quiero ser eso, ¿el universo nos habrá dado el poder de cambiar los nudos a nuestro antojo? ¿Que tan ''inamovibles'' son los nudos entonces? En el caso que pueda cambiarse nuestro destino, ¿no seria ya parte de un sub-destino también prefijado siendo la idea de cambiar nuestro porvenir parte de algo ya pactado?
Pasado, futuro. Quizá debería concentrarme más en el presente, lo intento, lo juro. A veces tengo que recordarme que estoy en el ''ahora'' y me miro las manos tratando de salir de mi cabeza, sentir en general, hace bien. Lo hago de una forma simple buscando en lo cotidiano, ahí está el presente: cuando tomas una taza de café -o té mayormente en mi caso-, sentir el aroma real, detener los pensamiento y tan solo darse el lujo de abrazar la calidez de la taza y dejar que el aroma inunde nuestra nariz, sorber un poco y dejarlo que baile en nuestra boca, porque uno puede tomar un café pero ¿lo estás disfrutando? ¿Estás apreciando cada parte de esa bebida?; cuando camino por la calle y veo a las personas, los arboles entre los edificios, el viento, la lluvia, el sol, las aves, todas son un presente que cuando nos queremos dar cuenta ya pasó, y ese libre albedrío de ese paseo caducó. Me genera ansiedad este pensamiento, lo admito, pero me gusta pensar en esas cosas, me hace mirar más allá de forma obligada.
Nudos, principios, finales, presentes, pasados, futuros... todo es mejor si fluye, supongo. Y como conclusión diría que uno cuando vive tiene dos opciones: Verdad del destino, dejarse llevar por el mismo tomando las decisiones que sientan que son correctas en el momento de pasar por el libre albedrío y aceptar los nudos como unos amigos, o la Verdad del transformador, aquel que no se da por vencido ante un destino que puede considerar injusto y lucha por cambiarlo. Quizá en algunos mundos el destino no exista, y en otros si, por lo tanto el destino existe o no en cada uno y en la verdad que sintamos... puede que el universo nos regale lo que sentimos que es verdad como real no estando equivocados ninguno -cuando de este pensamiento se trata-, y permita que uno fluya aceptando, y otro construya en desacuerdo.
Me duele la cabeza, ahora. -ya es pasado-.
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