Los Hércules se acercan a nosotros sobre sus caballos; el de Astral es blanco como la nieve y tiene una crin larga y bien cuidada teniendo en algunas zonas anillos de diferentes tamaños que segmentan mechones. Lo miro a los ojos y el me observa con cuidado, sorprendido al igual que Sigmun. - ¿Donde aprendiste a hacer magia elemental, Benjamín? - me pregunta Astral curioso y me encojo de hombros - Mi abuelo... -titubeo un poco- tiene libros, y como siempre me interesé en el tema y soy muy autodidacta practiqué durante años, solo, en el bosque. Está claro que tengo muchos problemas para controlarlo, espero algún día ser tan bueno como tú- le suelto, sin intención de halagarlo, y sonríe. Los demás hablan con Sigmun que parece menos duro que al principio, pero sigue rígido. Astral continúa conmigo: - Tienes muchas cualidades, jamás vi a un joven de tu edad hacer hechizos elementales tan poderosos como los que lograste. Sigue así, Ben. -. Su voz es como cantada, simplemente es melodiosa y hasta delicada, pero masculina y serena. Nos unimos a los demás y ya casi está anocheciendo. Estamos todos exhaustos y, según nos dicen los Hércules, nuestras familias están avisadas que pasaremos la noche afuera. - Luego de la segunda prueba podemos descansar hasta mañana, se nos ha designado en la zona Oeste la cabaña al lado del lago. Ustedes lo harán ahí, nosotros debemos juntarnos con los demás en el circulo. Volveremos mañana antes de que amanezca, estén preparados para la prueba del Norte. - explica Sigmun y se van a todo galope, perdiéndose entre la vegetación. La cabaña está en la ladera de la montaña, en un árbol muy alto y fuerte. No es lujosa, ni nada parecido, pero es cómoda y acogedora. Desde aquí podemos verla, así que vamos en camino. - Disculpa, Ben, ¿Donde haz aprendido a hacer hechizos? - me pregunta Jack, y me mira con atención mientras caminamos. Le cuento brevemente, como lo hice con Astral, y los demás se reúnen a escuchar. No me gusta que me presten tanta atención así que los distraigo enfocándola en otra parte: - Y tu, Jack, eres bueno con el arco, le diste en el ojo a la serpiente. - funciona, ahora todos lo felicitan a él. Estamos a mitad de camino y se escuchan ruidos de animales que no vemos por la oscuridad, el sol se ha ido y lo mejor que puedo hacer es crear una luz en mis manos de magia blanca para iluminar nuestro andar, aunque podría también hacer fuego pero no logro contenerlo en la mano. Todos miran el resplandor que creo, es magia simple, sencilla, pero al no estar acostumbrados a ella se quedan atónitos. Cuando llegamos tenemos que subir unas largas escaleras clavadas en el tronco. Para entrar debemos correr una puerta deslizable y entrar desde abajo. - Ben, necesitamos luz aquí arriba - dice Albert, - Lo sé, Albert, déjame terminar de subir - le contesto con voz recia. Una vez arriba vuelvo a iluminar con magia y nos sorprendemos al encontrar en una mesa de madera alimentos para la noche: frutas, carne asada, verduras y agua. No hay lo suficiente como para atiborrarse pero si como para satisfacer nuestra hambre y sed. Corus es el que reparte en partes iguales mientras coloco maderas en el centro de la cabaña sobre el candero -un espacio especial que tiene algunas cabañas del bosque para crear fuego, donde se puede cocinar y calentar el lugar, éste mantiene alejado las llamas de la estructura y el humo se va por un conducto en el techo, justo sobre éste-. Podría crear fuego con las rocas y el pasto seco que está preparado a un costado pero lo hago más rápido con el hechizo de fuego que uso para calentar el agua de mis baños. El calor de la llama se siente de maravilla. Nos sentamos en el suelo y empezamos a comer sobre platos de ceramica que había en el lugar. Nos dedicamos a pasar la noche conversando, primero sobre lo acontecido, luego un poco más sobre aspectos personales. Estoy conociendo un poco mejor a cada uno de ellos: Corus es sumamente inteligente -algo que sabía- pero no es para nada tímido como pensaba, solo tienes que hablarle para que siga con una conversación amena. Su padre es científico y trabaja en el norte de la ciudad blanca -lo que sería la capital de nuestro reino- y lo que realmente me llama la atención es que no alardea de sus conocimientos. Nos explica que a pesar de haber terminado el centro de formación con honores no le apasionan los estudios matemáticos y lógicos, que su verdadera pasión son los animales -cosa que oculta porque a su familia le disgusta que siga ese camino y no el de su padre-, y que en realidad sus buenas notas se las debe a una rutina pactada por su padre desde niño que lo obligaba a estudiar horas continuas, comenta que todas las noches antes de acostarse, su padre le decía lo mismo: ''Estudio es futuro hijo, pronto comprenderás''; Julian es un poco más reservado y se limita a pensar sus palabras, expresando oraciones cortas y concisas, pero no me disgusta en absoluto ya que quizá solo necesite más confianza para poder ser el mismo. Apenas despegando la vista de su comida y de su amigo nos cuenta lo básico, dos hermanos más grandes que no viven en el bosque -no nos digo donde han ido-, una madre ama de casa y un padre leñador. Parece tener una vida tranquila; Jack tiene una costumbre extraña y de vez en cuando parpadea rápidamente y varias veces. Es alegre y a veces un poco presumido, aunque detrás de esa falsa confianza creo que hay algo más que no quiere sacar a la luz. Me sorprendo al enterarme que sus padres son arqueros y trabajan como profesores en los alrededores del bosque. Me sorprendo más al saber que su madre fue nuestra profesora antes de que sacaran por ley ese tipo de actividades en la escuela. De más está decir que ahora entiendo porque era el mejor con el arco, nos cuenta que practica en el bosque, justo como yo con los libros de mi abuelo; Albert hace lo de siempre, alardear su supuesto dinero. Comenta que su padre tiene tierras donde cultiva en la llanura verde -sitio de agricultura ubicado justo al este del bosque índigo, abastecedor principal de alimentos de la región sur-y lo bien que le va a su madre en la tienda familiar en el círculo del bosque. No lo escucho demasiado y de vez en cuando miro a Marco lanzando miradas cómplices, sonriendo a veces; Kan tiene padres comerciantes, pero no trabajan en el bosque si no en Barkeing de donde es origen y ha venido el mismo día que llegaron los Hércules. Nos comenta que también otros Hércules iban a pasar por su anterior aldea el mismo día que vinieron al bosque, por lo que no tuvo inconvenientes. Cuando le preguntamos sobre sus gustos piensa un momento y le brillan los ojos para luego soltar una simple y hermosa palabra: Música; Nos toca a Marco o a mí, como no nos decidimos y le otorgamos el lugar al otro, nos quedamos en silencio y empezamos a hablar al mismo tiempo, me golpea mientras reímos y continúo, explicando un poco quien soy. Saben quien es mi abuela, exceptuando Kan, así que comento lo mucho que la admiro a ella y a mi abuelo, ella hechicera solo de magia blanca, sanadora, y él un Hércules hechicero nomade, del cual aprendí lo poco que sé gracias a sus charlas de pequeño y a sus libros. Mi madre hace y arregla vestimentas y zapatos. Desde que mi padre murió en la guerra apenas nos alcanza el dinero, y hace dos años que la ciudad blanca decretó la disolución de la ayuda a viudas con hijos de Hércules caídos, por lo que empecé a trabajar como ayudante de comercios en el círculo para ayudar a mi madre, sabiendo que mi abuelo dejó de mandar dinero y que mi abuela no cobra por sus servicios -aunque de vez en cuando recibimos algunos regalos a nuestro árbol de gente agradecida, como ropa, alimentos e incluso espadas o arcos, éstos últimos los vendemos-. Para cerrar les explico mi amor por la magia y lo desconocido, y mi deseo de ser un Hércules hechicero; Marco me mira pensativo y al salir de su ensoñación comenta lo que yo sé desde hace años, su deseo de ser un Hércules Guerrero y vivir muy lejos de éste bosque. Él ama el mar, dice querer ir a vivir cerca de él -el mar del Este- en cuanto pueda. No dice más nada, y tengo muy en claro el porque, seguramente no confía en ellos como para hablar de su familia.
Al terminar de comer dejamos los restos en la mesa y nos recostamos en la madera, mirando el techo, mientras seguimos hablando un buen rato más de temas para nada serios. Mis ojos se están cerrando de a poco, y por el sitio donde está la luna estaríamos acostándonos en mi hogar. - Hora de descanzar, mañana será otro largo día. - nos dice Corus, y todos concordamos. Al cerrar los ojos imagino la tercer prueba, imagino la cuarta, imagino como sería mi vida siendo Hércules, alejado de mi amado bosque, quizá de mis amigos, viviendo una vida llena de adrenalina. Trato de bloquear un recuerdo continuo que sigue llegando a mi mente: mi abuela advirtiéndome que no destaque en las pruebas. Oigo las pequeñas olas del lago golpear las orillas, el viento surcando el aire y acariciando la cabaña a éstas alturas. Marco se da vuelta, yo abro los ojos y lo miro esperando lo que está por decir, a media voz dice: - Ben, estamos juntos en ésto ¿entendido? No lo olvides amigo. -. Sus palabras flotan en el aire y se meten en mi cabeza, quedando grabadas. Respondo por lo bajo pero lo suficientemente fuerte como para que me oiga: - Es una promesa.
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