domingo, 21 de septiembre de 2014

BENJAMIN THEMIFORZS; Capítulo siete, La segunda prueba

''Los seleccionados son: Marco Fatuos, Albert Raminof, Jack Day, Julian White, Corus Neli, Kan Collins y Benjamin Themiforzs'' -hace eco en mi mente las palabras de Héctor-. Mis pasos son firmes y ligeros. Huelo el olor a madera de los troncos, al pasto y a la tierra húmeda del lugar. El sol entra por entre las ramas de los largos árboles y se siente cálido cada vez que eres alcanzada por uno de esos haces de luz. Camino en paralelo junto a Marco y Kan que no parecen tan nerviosos, los dos están en silencio igual de expectantes que yo por la segunda prueba. Astral y Sigmun conversan por lo bajo a varios metros adelante de nosotros, se puede observar como el más grande de los Hércules se inclina un poco a la izquierda para acercar su oído a la suave voz de Astral. Hemos quedado pocos, pero así ha pasado también con los demás, ni hablar con el grupo de Fuego, la pobre Helena es la única que ha quedado en él.
 Analizo a mis compañeros, además de Marco y Kan están Albert, Jack, Julian y Corus. A los últimos tres los conozco del centro de formación al ciudadano, pero lo terminaron el año pasado, uno de ellos, Corus, con honores; Julian y Jack son amigos o eso parece porque desde ayer los veo juntos todo el tiempo, es algo a tener en cuenta. Me toco la frente y noto la trenza de mi padre, me aseguro que atrás esté bien anudada, mientras imagino a donde nos estamos dirigiendo: si seguimos derecho, con mi conocimiento del bosque, vamos al Lago de las Montañas. El lago de la montaña es realmente hermoso, uno de los lugares más visitados en verano por los habitantes del bosque, y que en invierno apenas se visita, por supuesto aprovecho ésta época para venir; éste se ha transformado en mi lugar favorito cuando quiero estar solo. El lago es muy grande, tiene una orilla de pequeñas rocas, a un lado está limitado por la ladera de las montañas y luego por el mismo bosque: ''Cualquier cosa menos que la prueba sea meternos en el agua en invierno'' pienso. Minutos después mis sospechas eran correctas, la segunda prueba es en el sitio que creía.
 No hay nada sospechoso, solo una gran roca con forma envolvente en la que hay objetos que desde aquí no puedo ver con facilidad. - Hemos llegado. - Empieza a hablar Sigmun desde su corcel negro azabache. - Ésta prueba fue creada por los Hércules del grupo de la tierra, Tárcamo y Polan, el primero es un conocido domador de Bestias, y el segundo un prodigioso Arquero. Tomen sus armas, la prueba está a punto de comenzar.- Ésto no me huele para nada bien. Cuando nos acercamos a la roca gigante hay diferentes tipos de Arcos, algunos son largos y delgados, otros son más gruesos y cortos, hay de madera y otros de materiales más duros. Son tantos que podemos elegir tranquilos sin el vértigo de tomar rápido alguno antes de que te lo arrebaten. A decir verdad no sé nada sobre tipos de arcos, solo lo básico, recuerdo haber leído sobre ellos en algunos libros de hechicería de mi abuelo pero no hablaban de éstos si no de como encantarlos al igual que a las flechas, para hacerlas más letales. Hay uno que me llama la atención, es del mismo color que la espada que había tomado en la prueba anterior pero ésta tiene un brillo particular que me cautiva, adoro el índigo. El material es más pesado que la madera, pero parece mucho más resistente. Tomo un carcaj con flechas -las cuales son todas iguales- y salgo de la cueva que forma la roca. Todos tenemos el nuestro y nos colgamos el carcaj en las espaldas, esperando nuevas indicaciones de los Hércules. Cuando los buscamos ya no están por lo que empezamos a llamarlos, pero no responden. - ¿Dónde se han metido? -. pregunto al aire y como si fuera una respuesta se escucha algo que nos hace reunirnos en ronda, pegados, mirando al exterior: es el rugido de una bestia, parece un ave gigantesca. Hace años, cuando el centro de formación al ciudadano aún se llamaba escuela, nos enseñaban a tirar con arco, pero luego con los cambios y las nuevas leyes ésas materias físicas han sido extirpadas, espero conservar algo de memoria, aunque sea corporal, de como disparar. Saco una flecha y la preparo, tenso la cuerda y apunto al cielo, a la nada misma, esperando un objetivo. Miro a mi alrededor y todos hacen exactamente lo mismo, Corus y Kan parecen tener problemas con la preparación ya que de vez en cuando se les zafa la flecha y tiene que volver a tensar el cordón. No veo nada. - ¿Donde estás, monstruito? - suelta Marco que está a mi derecha, acto seguido se escucha un ruido acuoso en el lago y vemos como salen grandes burbujas del interior. Otra vez el grito de ave. No sabemos a donde mirar, ¿agua o cielo? y justo ahí se nos aclaran las dudas, ¡Cielo! Una especie de Águila gigante con cuatro alas y pico ganzúa sale de entre las montañas con las garras apuntando directo hacia nosotros. - ¡Hay que separarnos! - grita Jack, y todos corremos en direcciones diferentes. El ave impacta contra el suelo y deja un agujero en éste, llevándose gran parte de la tierra entre sus garras, a toda velocidad de nuevo al cielo. - ¿Que diablos? - Murmura Kan ahora sí con el arma perfectamente preparada. El monstruo aéreo se mete en el bosque de la montaña de nuevo y las aves pequeñas vuelan por todas partes con su llegada. Espero que vuelva a salir del mismo lugar donde entró pero no lo hace. - ¿Eso es todo? - grita Albert para luego disparar una risa atolondrada, me encantaría haberlo callado con un golpe pero lo hace algo mucho peor. Nos cae una lluvia discontinua pero no viene del cielo, algo ha salido del agua, cuando se disipan las gotas y puedo verlo con claridad doy dos pasos hacia atrás y me caigo: Es totalmente blanco, excepto sus ojos que son negros y aterradores. Tiene una forma que se me hace familiar, es casi igual a una cobra solo que tiene dos especies de alas que parece usa de aletas en el agua, y las mueve para todas partes mientras abre su boca y deja a la vista dos largos colmillos de serpiente. La serpiente marina sale del agua y serpentea dirigiéndose a Kan. ¡No puedo permitir que le dañe! Disparo pero mi flecha impacta en el suelo, a metros de la bestia. Los demás hacen lo mismo y solo una le da en su espalda, lo que la hace girar rápidamente y chillar con un sonido tan agudo que quiero taparme los oídos. Preparo otra flecha y vuelvo a dispara, ¡Acierto! y varios lo hacemos, pero no basta... - ¡Tiene que tener algún punto débil! - grita desde la otra punta de la orilla Corus. Si pero ¿cual? - Marco, tenemos que ver todo desde otra perspectiva, ¡subamos! - Le suelto señalando la roca donde están los arcos, los dos corremos tratando de alejarnos lo más que podemos de la bestia y empezamos a subir la roca. Una vez arriba observamos con detalle y contamos unos seis impactos de flechas, tiene que haber algo más que podamos hacer. Tengo miedo, pero ya no me paraliza, si no que me llena de una adrenalina que me permite actuar, consciente. Tengo que usar mi Quanar, tengo que hacerlo de nuevo. En vez de focalizar mi energía en mi mano sostengo una flecha y la concentro en ella, quizá lo mejor sea realentarlo, con un hechizo congelante, así que voy a hacer magia elemental de agua; el elemento agua es mi favorito de usar, y el que más se me facilita -extraño ya que, por lo que leí, es el más difícil de controlar en la mayoría de los magos-. Mi mente se nubla cuando escucho un grito aterrador, es Julian, y está siendo estrangulado por el monstruo marino. Todos le disparan y parece debilitar la fuerza de su asesina constricción pero sigue sin soltarlo. - ¡Va a morir! -. Mi flecha de hielo podría congelar una parte de su cuerpo pero no serviría de nada, no soy tan poderoso, no, no lo soy, apenas podría inmovilizar a un ciervo... tengo que pensar algo... - ¡Dispara Benjamín! -. Me golpea Marco y -cambiando de opinión- absorbo la energía que acumulé en la flecha para volver a cargarla de otro elemento, Aire. - ¡Dispara! -. Suelto mis dedos y la flecha no da en la serpiente si no que va justo donde quería, a donde está el ave gigante. Veo como en la ladera -en el sector donde impactó la flecha- los árboles se mueven para todas partes, está creando remolinos poderosos en el sector; luego... lo que buscaba. El ave grita y sale desplegando sus enormes alas y se dirige de nuevo hasta la orilla, al ver la serpiente marina cae en picada y con su enorme pico la toma desde su cuello luego de un chillido aterrado. Julian cae al suelo, tose un poco y se para gracias a la ayuda de los demás; está bien ya que no tarda en volver a tensar su arco. Las bestias luchan sobre el lago, en el aire, casi tocando el agua; la serpiente estrangula las patas del ave y ella picotea su lomo desgarrando su piel. Marco y yo seguimos disparando flechas desde arriba, mientras los demás se separan en la orilla y continúan junto a nosotros; finalmente lo impensado. Alguien impacta una flecha en el ojo de la serpiente -a juzgar por el grito de victoria que ha lanzado el merito se lo lleva Jack- y ésta empieza a dar mordiscos al aire mientras lucha con el ave. ''Que la muerda, que la muerda, que la muerda'' decimos tanto Marco como yo, hasta que se cumple: la criatura marina muerde el pecho de la aérea, y ésta le da un picotazo mortal en su cuello. Los dos caen al agua, retorciéndose juntos, quedando luego de unos segundos... inmóviles, muertos, flotando en el lago de las montañas. Segundos después se hacen cenizas y Astral junto a Sigmun aparecen de entre los Árboles, perplejos, y como si lo hubieran pactado los dos dicen al unísono: - Son buenos... -.

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