miércoles, 22 de junio de 2016

Un desconocido (Diario, página 9)

 ''Un desconocido'', suena un tanto básico y para nada dañino, así mismo es una de las cosas más gélidas que le dijeron en su existencia, junto a un par más que guarda en algún lugar de su mente, algunas inconscientes ya, pudriéndose en un rincón.
 Contener ese nudo en la garganta mientras caminas por el asfalto para, acto seguido, respirar profundo entretanto escuchas una canción que te dedicó un mes atrás, fijando la mirada en lo alto de los edificios y la belleza que se crea durante el sol del atardecer, dorado, se refleja impoluto en los cristales más elevados como si helios hurgara cada habitación buscando el amor o almas a las cuales iluminar. 
 Caminar entre cientos de seres de diversas formas, enfocando su mirada en una oración que parece estarse sellando en tu frente con tizas de colores opacas mientras sus pasos, cortos pero firmes, liberan dejando un vestigio de polvo, eso que vas perdiendo de vos fragmentados en pequeños montículos de confianza diluida. 
 El viento surca los cielos y choca directo en sus ojos que se resisten a formar curva alguna actuando rígidas pupilas que en ese instante solo reverberan soles pero no dilatan. Visualizas dos amantes a lo lejos, sentados -callados- fijados arriba como si su vida dependiera de ello. 
 Tocas tu bolsillo caliente por el fuego de tu mano que arde y tiembla leve, como si quisiera cobrar vida y tomar sus propias decisiones y al fin dejar de servir, no aceptar más ordenes de una mente tan volátil que da hospedaje a un alma tan confiada. 
 Es temprano para llegar a destino y un improvisado asiento de cemento lo espera con la luz perfecta de un rayo ultravioleta que le deja un espacio para descansar. 
''No pienses'', dice mientras suena otra canción en sus oídos que aleatoriamente aparece en su lista de reproducción y le recuerda un él de un día atrás esperando una respuesta simple a una pregunta desesperada. Así que apoya su espalda y respira de nuevo. Puede escuchar detrás del compás del bajo una sutil fuerza que vibra posterior a los tímpanos, es otro recuerdo naciendo y muriendo, perdiéndose y encontrándose, una y otra vez como si al entrar en su consciente los enviara de un golpe más atrás, para abatirse en el pozo que ya contiene todas las abnegaciones y dolores del pasado, algunos ya convertidos en demonios pequeños buscando alimento. 
Ve la imagen de una aurora plateada y amarillenta que creó la luz y lo acompaña de nuevo en su andar, a modo de una verdad frente a sus narices: baja los parpados con fuerza y se frota con sus suaves mangas de invierno, tampoco quiere ver. La mano cálida contrasta, soberana, su cuerpo frío mientras una vena dibujada aparece en la izquierda indicando el camino al corazón, directo a él. Ese vapor que sale de sus pulmones, esas miradas buscándolo como si a éste le importase -ahora-, cuando de nuevo se siente un poco perdido, es sincero y por dentro se dice ''No me necesitas, no soy más que un desconocido'', para luego clavar esa miel -que a veces es avellana, otras madera oscura-, y que son dos, en el otro, como jugando a ser el dueño del deseo. De pronto detiene su corazón, apaga su alma, se rinde ante la incapacidad de amar del mundo y la acepta como si fuera un regalo: se congela un par de horas.
 La noche cae y el celular suena varias veces de forma sistemática, solo aprieta un botón para ver el tiempo donde yace, nunca llegaría el mensaje que en verdad esperaba y le importaba. Vuelve a perderse en sus pensamientos y empieza a derretirse aunque su cuello todavía ni se inmuta cubierto de escarcha a causa de su imposibilidad de articulación al intentar explicar porque ''es tan importante una estrella fugaz en su vida cuando conoció algunos soles que le permitían dormirse bajo sus rayos etéreos''. En camino a casa se empieza a quebrar después de todo un día petrificado en el mismo sentir. Cierra las puertas de su habitación luego de unos segundos. Tiene un té recién hecho a su izquierda que humea y dibuja palabras sueltas en el espacio. 
''Dejame ser'', recuerda y se acuesta al lado de la funda de su guitarra, parece tomar forma y emitir cierta calidez mentirosa, la aparta. Busca en su bolsillo su único portal a él, acaricia sin querer las cuerdas de su instrumento que dormía en la pared y luego el silencio. Recién ahí, descongelado, deja reposar su mente en una lectura rápida que aparece de la nada, irrespetuosa pero oportuna.
(...) ''Los miedos, van todos al mismo bar a beber y a reírse de nosotros. Lo copado es compartirlos. Cuando escuches una canción de éstas que te dan miedo, acordate de este momento. Ahora. Y listo. Me dijo. Nunca me dejó de mirar a los ojos" (...)
 Terminó de leer y miró el techo, el foco se movía levemente, como expectante. Toma un sorbo y huele la infusión vertiendo al exterior un ultimo recuerdo.
''Dejate ser'', proclama en voz baja como si él lo escuchara desde lejos luego de haber roto el puente que los unía -une, los une, lo sabe, nada se rompió, sigue intacto, no se miente-. Luego pudo llorar y fue dulce, sintió como varios canales se abrían en su interior. Él no llora por meses y meses, aunque desea con fuerzas poder hacerlo. Antes de soñar, y en ese estado previo a ese otro plano, vió como algunas palabras se chocaban entre sí, peleándose por quien iba primera como si de un ataque de dislexia repentina se tratase. No recuerda bien más sólo puede articular una frase
''Sos poesía por tu cuenta'' Esa noche durmió tranquilo.

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