martes, 14 de junio de 2016

Dejar ser (Diario, página 7)

 No pensar las cosas siempre me resultó un tanto complicado, hay momentos determinados en los que no pienso pero porque no me tomo el tiempo de hacerlo o no lo tengo, y eso no significa que sea precavido ya que éste ser con todos los defectos y virtudes de un humano es sumamente impulsivo -cosa que me juega malas pasadas casi siempre-.
 Es que en el pensamiento me examino y examino al resto como un explorador de la vida, viendo cada detalle y deduciendo posibles acontecimientos futuros en base a ello, o problemas que resolver, heridas que curar, rasgos distintivos de personalidad, que cosas ''no'' hacer para no lastimar y mil más. Pienso y pienso, y vuelvo a pensar cuando hay veces que al parecer solo se necesita sentir y ya, ¿por que poner tanto la mente en asuntos del alma/corazón? 

 Existe un ser que me está revolucionando hoy día, pero yo no a él, creo, no sé, posiblemente, puede que un poco, algo, mucho. No, no sé. Es que no puedo descifrar sus movimientos como me pasa con el resto de las personas, no puedo empatizar hasta el punto de saber por donde ir o por donde va a ir, simplemente no puedo. ¿Sera esa una de las cosas por las cuales lo sigo de una forma tan impulsiva? Me siento como un lienzo con la capacidad de ser pero si es necesario modificar alguna gama de colores si a su vista perjudica ¿Y eso está bien? Es nuevo para mi el sentir éste tipo de... ganas de ir y volver, y curar y suprimir, obsesionarme y desinteresarme, es un conjunto de cosas que hacen que mi alma se confunda más todavía, y salga una faceta a cagarla estrepitosamente y a las dos horas otra que arregle un poco las cosas. Me siento fuerte pero un tanto idiota, y algo que suelo hacer es imaginarme a mi, ver mi ser completo, desde otro angulo alejado como por ejemplo en éste caso otra persona, y lo que veo es: obsesión, drama e irritabilidad, con idas y venidas de ternura, razonamiento e infancias compartidas, inocencia que luego se convierte en un instante... en deseo carnal. No me obsesioné nunca con nadie, tampoco lo hago, y quizá eso se malinterprete desde afuera por la necesidad de conexión, o el aprovechamiento de la misma en los tiempos que puedo al no ser así cuando no estoy -física, emocionalmente-. Drama, lo aprendí de él, soy una persona que necesita calmar su océano de emociones y no llevarlos siempre al extremo. Si, es hermoso sentir fuerte pero cuando eso te desequilibra o desequilibra a la otra persona... ahí nace el verdadero problema (esto me recuerda a casos anteriores...)
 En la vida hay que saber arder, a veces hay que ser un sol radiante de mediodía, otras un incendio desenfrenado de deseo, quizá una llama de vela en momentos oportunos o arder como una fogata en invierno. Es importante saber que no a todas las personas les gusta el mismo tipo de calor. Y la tercera que me genera desconcierto es la irritabilidad, así que durante un viaje en colectivo pensaba de donde nacía -en éste caso particular- ese sentimiento que no pasa de frases impulsivas. Busqué la chispa que lo crea, ese punto álgido. En la vida en general soy un ser muy estable en ese sentido pero en éste caso lo crea la necesidad de atención, el ''Acá estoy, dale, vení''; perfecto, me propongo a domarlo porque no soy un alma que se niega a cambiar -siempre que ésto lleve a una forma más perfecta de mi evolución-. Entiendo y veo a la vida como un cuarto viejo y desprolijo al que uno limpia y a medida que encuentra suciedad o roturas se lo va lavando y arreglando.
 Y estoy yo caminando por una vereda de Recoleta mientras miro un celular con ojos de nene y trato de calmar mis impulsos, de respirar profundo. Soy un caos de sentimientos y emociones y no encuentro la forma de tranquilizar las aguas, aunque hace años la busque y haya mejorado enormemente. Porque quiero ser su amigo, su amante, su mezcla homogénea ¡Pero voy muy rápido! Y es cuando la lluvia se transforma en tormenta y soy viento, rayos y lluvia torrencial y en una casa de tejas y una chimenea caliente alguien me dice ''Esperá, tranquilo, no pensé que iba a ser así de intenso'' y calmo mis truenos, y calma mi lluvia, y bajan los vientos por un día a dos, tres o cuatro, cinco o seis. Y yo estoy en el cielo y él en una casa de tejas con una chimenea caliente. Entonces me tengo que abrir y despejar mis nubes húmedas dejando paso al invierno estrellado que viene y bajar en forma de un ser físico estable:

 y si en esa nueva forma humana vuelvo a ser un aguacero, bien, intentaré llover sobre los vidrios de las ventanas; y si quiero ser un vendaval, bien pero será fuera de la casa y no apagar el fuego; y si quiero ser un rayo, caeré lejos para que no te asustes con el estruendo del trueno. 
Sin pensar, dejándote ser, y sobre todo... siendo. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta leer este fragmento <3

Martín Meira dijo...

Que lindo que me leas, seas quien seas ♥